Para la convocatoria del mes de abril del Cocinamos Sin Crueldad, Baby Jane (La Finestra Vegana) nos propone irnos de picnic, ahora que «ya llega el buen tiempo y cada vez apetece más salir al campo»… y aunque el buen tiempo no parece llegar nunca a esta parte de Europa en la que me encuentro y a mi, el campo, casi nunca me apetece (y menos por estas fechas, en las que gracias a mi polinosis lo único que consigo si salgo a él es volver a casa con la nariz como un pimiento morrón), hago un esfuerzo y me apunto a la salida campestre, eso si, hasta arriba de antihistamínicos y con un buen paraguas en la cesta.

Mis experiencias pícnicas han sido escasas, casi todas en formato parrillada y siempre en compañía de omnívoros, lo que significa tener que pelearse por una esquinita de la parrilla para poder asar la berenjena o el calabacín de rigor sin que los toquen ninguna chuleta… o comprobar desilusionados cómo, después de una eternidad enterradas en las ascuas, las patatas, además de crudas, sólo saben a ceniza… un desastre… así que este será mi primer picnic vegetariano.

Lo que suelo echar en falta es este tipo de reuniones es el postre, parte importantísima de cualquier almuerzo, por muy campestre que sea, y del que nadie parece acordarse en semejantes ocasiones (aparte de la obligada sandía comprada de camino, en el pueblo de al lado). Así que os propongo una receta fácil y rápida: un pastel de chocolate… pero en tarros individuales, lo que para llevarlos a un picnic resulta de lo más práctico, siempre que no olvides llevar las cucharillas para poder comerlos con un mínimo de modales y sin pringarse mucho.

Los angloparlantes se refieren a este tipo de pastel como pudding cake o con un prosaico self-saucing pudding cake, que sin embargo describe muy bien lo que realmente es: un mejunje que al hornearlo resulta en un bizcocho por arriba y una salsa espesa de chocolate por abajo… una versión algo grosera del mœlleux au chocolat que se ha hecho tan famoso y en cualquier caso, la combinación perfecta para cualquier chocolater@.

Ingredientes

6 tarros de cristal (de boca ancha, mejor si son altos)

Bizcocho
135 g  de harina de trigo
95 g de azúcar
30 g de cacao en polvo
2 cucharaditas de levadura química (unos 10 g)
1 cucharadita de canela en polvo (opcional)
1 pellizco de sal
110 ml de leche de soja (mejor sin edulcorar)
55 ml de aceite de semillas (girasol, maíz, colza…)
5 ml de esencia de vainilla (1 cucharadita)

Topping
80 g de azúcar moreno (como el peso dependerá de lo húmedo que sea el azúcar que utilices, calcula unas tres cucharaditas por tarro, 18 en total)
30 g de cacao en polvo
2 cucharaditas de café soluble (opcional, si quieres que la salsa tenga gusto a café)
315 ml de agua hirviendo (unas 3,5 cucharadas por ración)

Acompañamiento
Nata montada vegana (o helado de vainilla)

Preparación

Calienta el horno a 175°C. Engrasa el interior de cada tarro con un trozo de papel de cocina empapado con unas gotas de aceite.

En un bol mediano, tamiza la harina, el azúcar, el cacao, la levadura, la canela y la sal. Mezcla todo bien. Añade la leche, el aceite y el extracto de vainilla. Mezcla todo con una cuchara, hasta formar una pasta homogénea. Repártela por igual en los tarros, presionando un poco la masa para que se pegue al fondo de cada frasco.

Para hacer el topping (que se convertirá en la salsa), en un bol pequeño mezcla bien el azúcar moreno, el cacao y el café soluble. Repártelo por igual en los seis tarros (unas tres cucharaditas para cada uno). Vierte tres cucharadas y media de agua hirviendo en cada uno de los tarros, sin remover nada. Mételos en el horno y hornea unos 20-25 minutos, hasta que la parte de arriba de los bizcochos tenga un aspecto más o menos seco.

Horneando a 175ºC

Deja enfriar los tarros, ciérralos y ¡listos para llevarlos al picnic!

Aunque lo ideal es servir este postre recién hecho, todavía templado, mientras la salsa de chocolate está aún líquida y calentita, seguro que estarán igual de ricos si los degustamos en nuestro picnic, rociados con un buen montón de nata montada por encima. Puedes dejar los tarros al sol, para que estén templaditos cuando vayamos a comerlos y poner el bote de nata en la nevera (con las cervezas) para que esté fresquita al servirla… mmm.

Notas
Los tarros tienen que ser de boca ancha (para poder verter en ellos la masa fácilmente) y mejor si son altos (para evitar que la masa rebose al hornear). Yo he utilizado unos tarros de 230 ml (de los que usamos para envasar mermelada casera, un poco bajos, en los que puse sólamente una cucharada de la masa) pero los tarros de una conocida marca francesa de mermeladas (un poco más grandes) resultan ideales para reciclarlos usándolos en esta receta.

Si buscas un poco en Internet, verás que lo de meter bizcochos «en tarro» o «en conserva» es algo que está de moda desde hace ya un tiempo y que resultan un regalo de lo más original… todavía… que poca gente los conoce…